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Mi vida en las selvas tropicales

Anexo II

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Entrevista con el doctor Arturo Gómez-Pompa.
Revista NEXOS. 1 de septiembre de 1983

La larga marcha de los ecólogos mexicanos

Biólogo egresado de la UNAM, uno de los pocos especialistas en ecología con que cuenta el país, creador del Instituto Nacional de Investigaciones sobre Recursos Bióticos del cual es director, Arturo Gómez-Pompa ha sido sin duda alguna la figura de la comunidad científica nacional que con mayor ímpetu ha defendido la causa del medio ambiente en México. Agudo crítico de las políticas del Estado en materia medioambiental, fueron célebres sus discusiones con técnicos y funcionarios de la administración echeverrista sobre el caso Uxpanapa. Impulsor de la idea de crear una dependencia gubernamental encargada de la cuestión ecológica, Gómez-Pompa ha sido, para los medios académicos, una rara avis que ha sabido volar por los intrincados campos de la política mexicana sin perder su condición de miembro de la sociedad civil.

Nexos: A diferencia de los países industriales, en México la principal fuente de concientización pública y de las esferas gubernamentales sobre la cuestión ecológica, proviene de los especialistas: técnicos, profesionistas, investigadores. En los medios académicos casi todo el mundo ve en usted a la figura más destacada, entre los que se empeñan por extender y divulgar una legítima preocupación por el deterioro de los recursos y el medio ambiente. ¿Podría usted hacernos una breve reseña de su participación en esto? ¿Desde cuándo pudo sentirse en México alguna influencia de los ecólogos sobre la opinión pública y las políticas gubernamentales?

Gómez Pompa: Es difícil dar una respuesta simple a lo que ha sido una actitud frente a una serie de acontecimientos que desde mi inicio en la vida profesional fueron teniendo impacto sobre mi visión tanto de biólogo como de ciudadano en un país lleno de injusticias y contradicciones. A esta dualidad seguramente se enfrentan todos los que trabajan en el campo de las ciencias. Es también uno de los mayores conflictos para los biólogos mexicanos y para las instituciones de educación y de investigación científica del país.

Hoy las grandes discusiones entre los jóvenes estudiantes de ciencia y grupos de maestros se dan sobre dos opciones. Una es la necesidad de formar ecólogos que entiendan la “realidad nacional” para poder enfrentar los problemas prioritarios del país. La otra se inclina más hacia la investigación por la investigación misma como base del desarrollo institucional, y como la única forma de poder formar a los nuevos científicos de cara a los problemas nacionales.

A principios de los cincuenta, en mi época de estudiante, predominaba el criterio de que la investigación científica y la formación del biólogo como científico era lo más importante. Pasaba a un segundo lugar todo lo relacionado con los problemas nacionales. En contraste con esto, mi primer trabajo profesional fue sobre un problema de ciencia aplicada. Estudie la explotación del barbasco, especie silvestre mexicana que es la materia prima para la fabricación de hormonas esteroides. Esto marcó una primera etapa en mi vida como científico. Tuve ahí dos experiencias muy importantes: una, la ayuda como asesor y consejero de un distinguido botánico español, el doctor Faustino Miranda. La otra, el contacto directo, por vez primera, con campesinos del trópico mexicano recolectores del barbasco, sin duda alguna de los campesinos más pobres y marginados de estas regiones.

Durante la segunda etapa de mi vida como científico, a fines de los años sesenta, la Universidad experimentó un cambio importante en su actitud. Se estimuló la participación universitaria en proyectos del gobierno federal y se hicieron contratos de investigación, gracias a las relaciones y conocimiento que del gobierno federal tenía el rector Barros Sierra. Se ofreció al Instituto de Biología la posibilidad de tener un contrato con la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos para hacer una evaluación ecológica del proyecto de construcción de la presa Las Adjuntas en Tamaulipas. Nos pusimos de frente a la realidad y aprendimos que la investigación científica contratada en ningún momento iba a cambiar los planes ya establecidos. Los trabajos, las conclusiones y recomendaciones de nuestro estudio se entregaron a la Secretaría de Recursos Hidráulicos y por todos los medios intentamos tener reuniones de discusión con los responsables para analizar nuestras críticas. Todo fue en vano, lo único que sacamos fue una experiencia invaluable sobre la confrontación entre la ecología y los programas del desarrollo.

Volví a concentrar mis esfuerzos en los estudios de investigación básica sobre la flora de Veracruz y la regeneración de las selvas. Como tuvimos la oportunidad de conocer algunos de estos ecosistemas, nos dimos cuenta que era un grave error haber escogido el trópico para hacer una colonización con fines agrícolas. El caso más notable: la Región del Uxpanapa. Juzgué mi obligación alertar a las más altas autoridades del país sobre este asunto, y pedirles que reconsideraran su decisión, que se hicieran estudios en Uxpanapa para evitar errores y daños irreparables. Escribimos incluso una carta al entonces presidente Luis Echeverría.

Ante nuestra sorpresa, la petición fue escuchada, se nos pidió que iniciáramos una investigación sobre la zona y que hiciéramos recomendaciones al respecto. A diferencia de Las Adjuntas, tuvimos la oportunidad de discutir a fondo con distintos funcionarios e incluso con el mismo Presidente de la República. Pero los resultados fueron muy similares: no se nos hizo caso. La diferencia fue que la discusión y el debate se hicieron públicos y numerosos investigadores de distintas instituciones y disciplinas nos dieron su apoyo a través de la prensa y distintas publicaciones.

Como sea, el conocimiento que aportamos a la ciencia mexicana y mundial sobre el proceso de regeneración de selvas y los derivados de la investigación de la flora de Veracruz, trajo elementos fundamentales para respaldar los puntos de vista, protestas y alternativas, que hemos venido externando desde hace algunos años y que hasta la fecha no han sido rebatidos con argumentos científicos o técnicos de ninguna especie.

A pesar de que la verdad está con nosotros, a los argumentos científicos y técnicos se opusieron desgraciadamente argumentos de carácter político que han impedido la verdadera discusión científica de lo que debe ser el manejo de las zonas tropicales del país. Y es precisamente en esta nueva etapa donde surgió hace ocho años el Instituto Nacional sobre Recursos Bióticos (INIREB), a mi cargo. Desde ahí hemos añadido información de carácter social, económica y política a los argumentos de carácter técnico y científico, buscando un cambio de actitud.

NEXOS: En México la preocupación por los problemas del medio ambiente se está volviendo un asunto de todos los días. Todo el mundo tiende a llenar su discurso de términos y expresiones derivadas de la jerga ecológica. Políticos, periodistas e incluso muchos profesionistas se han vuelto portavoces del problema. Un diario capitalino ha abierto una página especial al tema y un canal televisivo se dispone a dedicar un programa al asunto. ¿No piensa usted que esta vulgarización de los problemas pueda banalizarlos? ¿Qué recomendaría hacer para contrarrestar esta especie de “demagogia ecológica”?

Gómez Pompa: Creo que no es conveniente generalizar. Hay varios grupos que efectivamente usan al ecologismo y quizá la terminología ecológica para sus distintos fines. Hay personas de buena fe, con una preocupación real por los problemas ambientales, que encuentran en el ecologismo una filosofía aceptable y una argumentación que “valida científicamente” sus preocupaciones. Por ejemplo los jóvenes preocupados por la desforestación o la quema de los bosques y las selvas, que hacen llamados a las autoridades y al pueblo para defender estos recursos y “prevenir la catástrofe ecológica”.

Yo creo que esta actitud es bastante generalizada y es la que adopta con muchísima frecuencia el ciudadano común y corriente, que entiende en este sentido a la ecología como parte de una mejor manera de vivir. Quizá las lecturas de estos ciudadanos sean las de los artículos periodísticos, algunas revistas de divulgación científica y programas de televisión sobre la naturaleza, de modo que en muy pocos casos podemos decir que hayan leído un libro de ecología. Yo creo que a estos grupos de personas no se les puede criticar, sino que, por el contrario, hay que estimularlos, orientarlos, informarlos, porque se trata de una parte muy importante de la opinión pública.

Hay otro grupo de personas que habiéndose dado cuenta de la importancia del ecologismo lo utilizan para su provecho personal. Tal vez estas son las personas a las que se refieren ustedes en su pregunta. Son profesionales, con frecuencia ajenos a la ecología, pero que la utilizan como un medio para ganarse la vida. Estas personas son muy peligrosas: pueden responder a intereses ajenos incluso al mismo país y pueden colocarse en puestos públicos o pueden tener una influencia negativa en la opinión pública al no tener los conocimientos suficientes. Son los que han provocado la proliferación alarmante de “oficinas ecológicas” y de asociaciones de carácter ecológico, que con frecuencia son dirigidas por individuos que carecen de la mínima información o asesoría ecológica, o incluso ignoran lo mínimo de las ciencias ambientales. Aquí han proliferado médicos, arquitectos y abogados: especialistas instantáneos en estos campos. Es un problema difícil. Lo mejor quizá sería desenmascarar a estos grupos, para que la comunidad informada y el pueblo en general puedan darse cuenta cuando esto sucede. Ejemplo notable ha sido el mal funcionamiento de la antigua Subsecretaría del Mejoramiento del Ambiente que, según creo, fue dirigida incluso por un contador público.

Aquí también hay otro subgrupo de personas que encuentran en la ecología un camino alternativo de tipo político: la ecología puede tener una buena acogida popular, ya que toca temas que en una forma u otra a todos nos afectan y a todos nos preocupan. El ecologismo como bandera política ha sido utilizado en muchas formas y en diversos países del mundo. En México, como en tantas otras cosas, llegamos tarde a esto. Sin embargo, la ecología ha entrado ya definitivamente en el campo de la política.

NEXOS: En los Estados Unidos, pero sobre todo en los países europeos occidentales, se ha tomado a la crisis ecológica como pretexto para alimentar una ideología, esto que el doctor Ramón Margalef ha llamado el ecologismo. Lo que era una preocupación surgida del análisis sereno de los especialistas y expertos se ha vuelto, en casi todos los casos, causa de reacciones catastróficas y desesperadas o de actitudes marcadamente pesimistas sobre el futuro. En México parece que esto comienza a tomar forma en el tono de muchos articulistas y en el discurso de algunos grupos de defensa del medio ambiente surgidos hace poco ¿Qué piensa de todo esto? ¿Podemos tener hoy en día un diagnóstico autorizado y sensato de la verdadera dimensión de los problemas ecológicos mexicanos?

Gómez Pompa: Yo creo que esto es una realidad. Con mucha frecuencia algunos grupos ecologistas con poca información, pero con deseos de figurar, exageran los problemas y hacen pronósticos espeluznantes sobre el futuro de una región, del país o de los recursos del mundo. Precisamente esto le quita seriedad a los planteamientos formales de los especialistas. Con frecuencia se confunden las dos opiniones y en ocasiones una invalida a la otra.

Para mí el ecologismo es la actitud de personas no profesionales de la ecología o de las ciencias ambientales que se pronuncian por un cambio de actitud en el cuidado y conservación de los recursos naturales y por el mejoramiento ambiental en sentido amplio. La única forma de contrarrestar esto es la posibilidad de tener en México a un grupo de profesionales de la ecología y de las ciencias ambientales que tenga mayor participación en la formación y también mayor participación para contradecir o desenmascarar a los charlatanes del ecologismo. Esto no es fácil; decir profesional o especialista de la ecología no es sinónimo de honestidad profesional, y con frecuencia existen también personas que por el afán de notoriedad avalan posiciones catastrofistas indefendibles. Esto no nos debe asustar; en otras disciplinas también abundan el catastrofismo y los “vividores” de estas excentricidades.

Pero también es necesario decir que muchos de los problemas que tenemos en nuestro país son realmente muy serios y que alcanzan niveles alarmantes: la erosión del territorio nacional, la contaminación de la ciudad de México y la contaminación de algunos ríos, por ejemplo el Coatzacoalcos. Estos problemas sí son realmente graves, ameritan un tratamiento especial y acciones urgentes.

Yo creo que actualmente en México tenemos grupos de investigación de alto calibre, y profesionales bien informados que pueden dar opiniones muy objetivas, sensatas y bien respaldadas, sobre los problemas ecológicos de México. Aunque debemos admitir que es necesario contar con más personas capacitadas en estos campos, el problema no va por ahí. El problema es la falta de información y honestidad de muchos profesionales y funcionarios que no le dan al problema su verdadera dimensión por ignorancia o por lo que es aún más grave: la corrupción y los choques de intereses.

NEXOS: Cualquiera que sea el camino, parece determinante la intervención del Estado -planificando, legislando, favoreciendo políticas. La creación de la nueva Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología, de la cual usted es el creador oculto, es un hecho de gran importancia. ¿Cuál debe ser -a su juicio, más allá de la realpolitik- la intervención y el papel de los ecólogos en el aparato gubernamental? ¿Puede hacerse efectiva una política sobre el medio ambiente sin antes sensibilizar no sólo a los políticos sino sobre todo a los administradores y a los técnicos del gobierno?

Gómez Pompa: La acción gubernamental es la única solución posible al problema del deterioro del medio ambiente y de los recursos naturales. El gobierno es el responsable de vigilar que se cumpla la legislación y de cuidar los recursos patrimoniales de toda la nación. En mi casa yo puedo tener control de la limpieza y puedo controlar la calidad del ambiente en el que vivo. Quizá en la institución donde yo trabajo también pueda influir de algún modo, pero como ciudadano definitivamente no puedo tener influencia en la totalidad del país. Por otro lado, no puedo entender a un gobierno sin su aparato administrativo y, por tanto, considero que es una necesidad, una obligación y un compromiso que tienen los ecólogos para tratar de influir y, en su caso, formar parte del aparato gubernamental. Solo así se puede incidir directamente en las políticas de esta materia. El no hacerlo o el negarse a hacerlo cuando se tiene la oportunidad, es negar también la posibilidad de influir en un cambio de actitud ante los problemas ambientales y ecológicos.

Pero tan importante como esto es la colaboración de todos los técnicos y conocedores de la materia que no están dentro de la estructura gubernamental, al apoyar con sugerencias, críticas, recomendaciones, la acción del gobierno. Hay una actitud muy conocida de desprecio, especialmente de las comunidades universitarias, hacia los técnicos que trabajan para el gobierno en este campo. Es una actitud muy negativa y le ha causado mucho daño al país.

Se confunde al funcionario-técnico-corrupto, que debe ser despreciado por la sociedad, con el funcionario-técnico que requiere el apoyo de toda la comunidad académica. Lo increíble es que esta separación resulta totalmente artificial: salvo unas cuantas universidades privadas, el resto de las universidades son financiadas fundamentalmente con fondos públicos. Y con esto se desvanece la aparente diferencia. Claro, podríamos alegar la autonomía universitaria y todo lo demás, pero no podemos negar que los sueldos de la mayor parte de los investigadores y académicos de nuestro país los paga el pueblo de México a través de sus impuestos, igual que los sueldos de los funcionarios públicos…

NEXOS: En el otro extremo nos encontramos con las posibilidades de que surja una nueva fuerza de presión de la ciudadanía y de los partidos políticos, es decir, de la sociedad civil. ¿Qué importancia le da usted a estas otras posibilidades?

Gómez Pompa: Por la magnitud de los problemas ambientales y ecológicos, la respuesta de la ciudadanía se está dando cada vez con más fuerza. Se han organizado una multitud de grupos ciudadanos en asociaciones, formales o informales, para resolver problemas ambientales o ecológicos o para oponerse a acciones que atenten contra el medio ambiente. En este sentido, la ciudadanía está encontrando nuevas formas de organización para enfrentar los atentados contra su calidad de vida y contra sus recursos naturales. En el pasado, si bien los veía, se daba una suerte de impotencia para la acción. Ahora hay una fuerza que se expresa en acciones desorganizadas y que no ha capitalizado ningún partido político. Esto ya se ha visto en muchos países donde el ecologismo, al no identificarse con ningún partido político, escoge la vía alternativa y el juego político directo.

Yo creo que en México los partidos políticos utilizarán cada vez más la plataforma ecológica, porque quizá sus principios son los únicos fácilmente entendibles por la ciudadanía en forma casi unánime. ¿Quién se opondría a la visión de un país cuyos ríos y arroyos tuvieran aguas limpias, con ciudades sin basura, con bosques, con parques, con desarrollos urbanos integrados a la producción rural, con alimentos sanos, limpios, no contaminados, con una autosuficiencia agropecuaria y forestal? ¿Quién estaría en desacuerdo con la no violencia como acción de convencimiento y con la abolición del uso de las armas químicas y nucleares? Precisamente por esto muchos de los partidos ecológicos europeos causan cada vez más impacto y en otros países del mundo los grupos civiles ecologistas cobran cada vez más fuerza. En México los partidos políticos toman cada día con mayor seriedad la plataforma ecologista para los planes de desarrollo. Sin duda alguna esto es un gran avance.

En las pasadas elecciones hubo dos plataformas políticas que echaron mano de la ecología. Una muy fuerte de la plataforma política del candidato del PRI. La participación activa de Miguel de la Madrid acabó elevando a la ecología al rango de secretaría gubernamental. Pero también otros partidos políticos usaron la ecología, en forma más desordenada pero no por eso menos importante. A mi manera de ver, en su campaña, el PSUM utilizó al ecologismo tibia y tardíamente.

Pero esos no son los únicos casos. Sabemos de campañas de gobernadores, de presidentes municipales que en varios estados de la República han utilizado al ecologismo como punto importante de su acción política. Que los grupos políticos utilicen el ecologismo no es un problema en sí; tomado seriamente, permitiría un avance notable de nuestra sociedad. Lo malo es que muchos de los puntos y promesas que se hacen en campañas políticas sólo son buenas intenciones y no se verá su realización. En este sentido la ecología no difiere mucho de la economía, de la agricultura, de la salud o de la educación. La ecología ya forma parte de este campo de la demagogia política y ahora nos preocupa por su novedad. Y también hay intereses internacionales que, escudándose en el ecologismo, penetran en los sectores y regiones más conflictivos de nuestro país.

Por otra parte, están los comunicadores sociales, que también han visto en el ecologismo un tema muy atractivo en su desarrollo profesional. El pueblo mexicano está ávido de información sobre los problemas ecológicos del país, y es evidente que le interesa todo lo relacionado con basura, desforestación, contaminación del aire. De ahí también que se toquen temas ecológicos y ambientales. Yo creo que esto no debe criticarse. Precisamente este grupo de comunicadores sociales tiene la responsabilidad de informar verídicamente y en forma sencilla a la población que está interesada en conocer más sobre estos temas. Lo que no existe es un mecanismo o una política para apoyar a estos comunicadores sociales con buena información, con cursos y material didáctico oportuno, para que puedan hacer bien su trabajo de comunicación. En este caso los científicos y los profesionales de la ecología tienen el compromiso de difundir sus trabajos y entrar en contacto con estos profesionales de la comunicación.

Por último, tenemos a los profesionales en el campo de la ecología y el medio ambiente. Sobre nosotros recae la responsabilidad de dar información oportuna y hacer las aclaraciones pertinentes cuando se presenten distorsiones. En este sentido se me ocurre que los que nos hemos formado en este campo tendríamos la obligación de dedicar un porcentaje importante, un 20 o 30 por ciento de nuestro tiempo, a labores de difusión para nuestros temas.

NEXOS: Para terminar quisiéramos hacerle una pregunta que cae más en el campo del testimonio personal, pero que, sin embargo, nos parece importante. ¿Por qué siendo usted uno de los primeros -y escasos- investigadores en el país con una excelente formación académica, ha dedicado buena parte de su esfuerzo al arduo juego de la política?

Gómez Pompa: La supuesta incompatibilidad entre la ciencia y la política es algo que causa daño al país. Yo creo que por su formación, su capacidad y su disciplina, los científicos pueden y deben participar en la política nacional. De hecho así ha sucedido. No puede evitarse que una clase pensante o inquisitiva participe en la política nacional. Obviamente, el grado de involucramiento y participación dependerá de los intereses personales o de la capacidad de cada individuo, pero no creo que el científico sea ajeno a los problemas que lo afectan como ciudadano.

En mi caso, la participación política activa ha consistido fundamentalmente en asesorar y opinar sobre temas ambientales y ecológicos en las dos últimas campañas del PRI para la Presidencia de la República. Me han invitado para emitir opiniones sobre la visión que tengo de mi país. Tengo ya más de 25 años trabajando en estos problemas desde el punto de vista científico. Mi enfrentamiento con el desorden y la destrucción de los recursos naturales renovables me ha estimulado a buscar todos los medios para dar a conocer la realidad que he visto, y las soluciones que he aportado con mis colegas y discípulos.

He participado políticamente con pleno conocimiento de los riesgos que esto implica. Sin embargo, me pregunto de qué sirve que desarrolle una investigación de vanguardia si cierro los ojos ante los problemas que ocurren en nuestro país. Yo creo que la ciencia mexicana debe estar muy alerta a los problemas nacionales, participando más activamente en la búsqueda de soluciones, y dando a conocer esas soluciones a través de todos los medios de comunicación.

En definitiva, la participación política puede ser un vínculo entre el quehacer científico y los problemas nacionales. El discurso ecológico está ya por todas partes y yo he tenido la oportunidad de aportar algo para darle el nivel que se merece. Los ecólogos y los ecologistas se han multiplicado y serán ellos la verdadera fuerza para hacer el cambio que aún espera el país. Ojalá sean sensatos, realistas y muy nacionalistas.


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