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Mi vida en las selvas tropicales

27. La silvicultura maya
Mi estancia en el Harvard Forest y el inicio de un nuevo programa de investigación etnoecológica

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Ante mi decisión de alejarme del Instituto de Investigaciones sobre Recursos Bióticos (INIREB) por un tiempo y dejar que el nuevo director tomara la dirección de la institución sin interferencias, decidí salir de Xalapa y buscar nuevas oportunidades para mi carrera. La opción que más me atrajo fue la de solicitar la beca Charles Bullard, de la Universidad de Harvard, para trabajar un año en algún proyecto forestal en el Centro de Investigación Forestal (conocido como Harvard Forest), localizado en Petersham, Massachusetts.

Esta era una buena opción para mí, ya que me daba la enorme flexibilidad de llevar a cabo un proyecto forestal de mi interés y dedicar tiempo a planear un proyecto de investigación para mi futura reincorporación al INIREB. Recibí la confirmación de la beca Bullard poco antes de salir al Centro Bellagio de la Fundación Rockefeller, en Italia. Afortunadamente no hubo problemas para coordinar el calendario de las dos becas.

El laboratorio forestal de la Universidad de Harvard (Harvard Forest) es uno de los más importantes centros de investigación forestal de los Estados Unidos. La beca Bullard le ofrece a un investigador una estancia de un año en Petersham y/o Cambridge para realizar un proyecto forestal y formar parte del personal académico de la institución.

El proyecto que propuse fue efectuar una investigación etnoecológica sobre el manejo de las selvas por los antiguos mayas. Ya había comenzado a trabajar este tema en el INIREB, por lo que esta sería una oportunidad de planear el programa y consultar con destacados antropólogos y arqueólogos mayistas, así como con eminentes ecólogos, además de que la ocasión permitiría consultar las ricas bibliotecas de Harvard.

Conocer más sobre el manejo de las selvas mayas se había convertido en un objetivo de largo plazo para tratar de probar la hipótesis de que las selvas actuales de esa región son el producto de antiguos manejos. La zona maya nos daba la oportunidad de incluir distintas selvas y también las actividades forestales y de manejo de la naturaleza de los mayas actuales.

La idea de concentrar nuestros esfuerzos en estos temas etnoecológicos se generó durante diversas pláticas y discusiones que tuve con Carlos Vázquez Yanes y Alfredo Barrera Marín (q. e. p. d. ambos). Carlos era discípulo mío y un distinguido ecólogo, bien conocido por sus trabajos sobre la ecofisiología de especies de selvas altas. Alfredo era un querido amigo y también un eminente biólogo que se entusiasmó con el proyecto de estudio de las selvas mayas. Alfredo era, además, un amplio conocedor de la península de Yucatán.

Con ellos discutí las posibilidades de iniciar un proyecto en las selvas de la península de Yucatán y, en especial, de sus huertos familiares. También pensamos que trabajar en las selvas de esta zona resultaría muy interesante por la presencia continua de la cultura maya en estos ecosistemas. Debo reiterar que en esta etapa inicial tuvimos la magnífica oportunidad de contar con la asesoría del padre de Alfredo Barrera Marín, el antropólogo Alfredo Barrera Vázquez, a quien en varias ocasiones visitamos para conversar acerca de nuestra idea de realizar un estudio sobre la relación de los humanos con la naturaleza en la zona de Yucatán, especialmente en el norte de la península.

Él nos alentó muchísimo, nos hizo una serie de recomendaciones e incluso nos proporcionó nombres de personas que podrían ayudarnos a llevar a cabo este estudio. Una de las personas que nos auxilió en la investigación de campo fue un joven maya, Edilberto Ucan Ek. Recuerdo muy bien la sugerencia que nos dio Alfredo Barrera, de poner atención a la zona de los petenes de Campeche y Yucatán, ya que había observado canales que unían algunos petenes que quizá habían sido hechos en épocas antiguas con fines desconocidos.

Padres de Arturo Gómez-Pompa
En busca de huertos antiguos mayas y cenotes con cacao. El doctor Arturo Gómez-Pompa (derecha) está acompañado por el botánico José Salvador Flores Guido (al centro, abajo), por el arqueólogo Mario Aliphat (al centro-arriba), y por un guía campesino (a la izquierda). Archivo familiar.

De estas conversaciones nació la idea de crear en el INIREB un centro de investigaciones de la península de Yucatán en Mérida y el inicio de su proyecto institucional: la Etnoflora yucatanense. De nuestras discusiones e investigaciones iniciales salió la publicación de un artículo importante que marcó la línea a seguir (Barrera-Marín, A., A. Gómez-Pompa & C. Vázquez-Yanes. 1977).

Los trabajos en la zona serían encabezados por Alfredo Barrera, quien incluso había decidido trasladar su domicilio a Mérida. Sin embargo, desafortunadamente, él descubrió que padecía cáncer en el pulmón. Aún así, aceleró su traslado a esta ciudad y, por insistencia de él, iniciaron las investigaciones al mismo tiempo que él comenzó su tratamiento para controlar el cáncer. Sin embargo, perdió la batalla contra esta enfermedad y el nuevo centro en la península de Yucatán se quedó sin director.

Padres de Arturo Gómez-Pompa
Flora de Yucatán. Spondias. Cortesía de la doctora María Victoria Sosa.

 

No obstante, pese a este lamentable suceso, el INIREB tuvo la fortuna de contar con investigadores muy entusiastas y conocedores del proyecto, como fue el caso de Victoria Sosa, Salvador Flores Guido y Alicia Bárcena Ibarra.

En muy poco tiempo se consolidó en la península una presencia importante con este grupo de investigadores, quienes lograron continuar el proyecto de la Etnoflora yucatanense, iniciado por Alfredo Barrera Marín.

Padres de Arturo Gómez-Pompa
Doctora María Victoria Sosa Ortega.

Esta breve introducción permite entender mi interés por planear un programa multidisciplinario para conocer con mayor profundidad la historia ecológica de las selvas mayas. Mi trabajo en Harvard consistió en compilar una bibliografía sobre el uso de las plantas y el manejo de las selvas y acahuales por los antiguos mayas.

Realicé consultas con algunos antropólogos y arqueólogos interesados en el tema. Mi objetivo principal se centraba fundamentalmente en tratar de reconstruir la historia ecológica de las selvas mayas. Visité también la Universidad de Yale y conversé con el doctor Michael D. Coe, un olmequista y mayista muy famoso. Yo lo conocía porque había trabajado con él en su proyecto en San Lorenzo Tenochtitla, en Veracruz. Él me invitó a dar una plática a sus estudiantes sobre mi proyecto sobre el manejo de las selvas mayas.

Durante este período en el Harvard Forest, un grupo de alumnos me invitó a organizar un seminario de discusión en torno a mi investigación sobre regeneración y manejo de selvas tropicales. Me pareció una magnífica oportunidad tener a un grupo de estudiantes de biología y antropología que tomaran un curso diseñado sobre los temas de mi interés. Teníamos una sesión semanal de una hora en Cambridge.

El curso fue un enorme reto para mí, ya que era la primera vez que lo daba en Estados Unidos; sin embargo, resultó exitoso, ya que aprendí muchísimo en las discusiones sobre las lecturas sugeridas por mí o por los mismos estudiantes.

Presenté el proyecto en la UNESCO con la idea de revisar el estado de conocimiento de este tema y difundir los grandes asuntos pendientes en el orden mundial. Fue aprobado.

Los temas e invitados para la gran reunión se consolidaron en el seminario del Harvard Forest. La reunión mundial se llevó a cabo en Venezuela. Como resultado, se publicó un libro (Gómez-Pompa, A., T. Whitmore & M. Hadley (1991). En esa reunión incluimos los trabajos sobre regeneración de selvas realizados por nuestro grupo de investigación en Veracruz, y las nuevas ideas sobre las selvas antropógenas mayas.

La estadía en Petersham en ese año definió mi decisión de dedicarme al proyecto de estudio de manejo y conservación de las selvas de la península de Yucatán. En ese año preparé un artículo que resumía lo encontrado hasta esa fecha sobre el manejo de las selvas por los mayas (Gómez-Pompa, 1987).

libro The Lowland Maya Area
Portada del libro The Lowland Maya Area.

 

En 1984, casi al final de mi estancia en el Harvard Forest, recibí una llamada del profesor Rodolfo Ruibal, de la Universidad de California, en Riverside, para invitarme a solicitar el puesto de director del Consorcio de la Universidad de California para México y Estados Unidos (UC MEXUS). El puesto incluía el nombramiento de profesor titular en algún departamento de la Universidad. Esta invitación, que cambió radicalmente mis planes académicos futuros y mi vida, la relataré en el siguiente capítulo.

Brosimum alicastrum,
Brosimum alicastrum, notable árbol multiusos de los mayas. Autor: Roberto Castro-Cortés.

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