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16. La creación del Consejo Nacional para la Enseñanza de la Biología (CNEB)
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En uno de mis primeros viajes a los Estados Unidos tuve la oportunidad de platicar con el doctor Reed Rollins, director del Herbario Gray en la Universidad de Harvard, sobre la enseñanza de la biología en los Estados Unidos y los problemas que ellos estaban identificando para la pedagogía de las ciencias.
No había pasado mucho tiempo desde que la Unión Soviética había logrado lanzar al espacio el primer satélite artificial, el Sputnik (4 de octubre de 1957), ganándole la carrera espacial en esa etapa a los Estados Unidos. El gobierno estadounidense se preocupó mucho por este asunto y decidió invitar a las academias científicas de su país para encontrar la forma de estimular y mejorar la enseñanza de las ciencias.
Me indicaba el doctor Rollins que su respuesta fue generar una serie de programas para identificar problemas en la enseñanza de la biología, las matemáticas, la química y la física, para poder sugerir algunas acciones que pudieran corregir estos problemas, especialmente en el nivel de secundaria (high school).
El gobierno estadounidense invitó a las academias de ciencias y a las sociedades científicas a crear un programa especial para cada una de las áreas. Uno de los primeros fue el programa para revisar el curriculum de la enseñanza de la biología. Este programa se conoció con las siglas BSCS (que en inglés significa Biological Sciences Curriculum Study). Este programa contaba con un grupo asesor de científicos connotados en el área biológica y entre ellos estaba precisamente el doctor Rollins.
Lo que estaban tratando de hacer era realmente una revolución de la enseñanza de la biología, desde su filosofía hasta los materiales de texto que se estaban utilizando. Me comentaba el doctor Rollins que muchos de los libros de texto más usados no estaban actualizados. La falta de actualización no solamente implicaba ponerse al día en la información sino también en la forma como se presentaba la información y los conceptos básicos que debían tener todos los libros y cursos.
Le comenté que en México un grupo de colegas (y amigos) biólogos, cuando nos reuníamos, hacíamos una crítica muy fuerte hacia estos mismos temas y señalábamos también los contenidos de los textos y la desfavorable forma de enseñanza memorista de las ciencias biológicas. Si en Estados Unidos los textos eran anticuados, en nuestro país eran pésimos, porque nuestros textos eran traducciones o copias de los textos americanos o europeos.
Lamentablemente eso afectaba el interés de los jóvenes estudiantes en las ciencias biológicas. Creíamos que era imprescindible tener buenos cursos en los niveles de secundaria y preparatoria que permitieran entender a la biología como una ciencia basada en el planteamiento de preguntas; que generara hipótesis y experimentos, y que incluyera observaciones para probarlas o rechazarlas.
Unas semanas después de esta conversación, el doctor Rollins me llamó para decirme que si yo estaba interesado, él podría arreglar una invitación para visitar las oficinas centrales del BSCS, en Boulder, Colorado. Desde luego, le dije que estaba muy interesado en conocer más de lo que ahí se estaba haciendo.
El viaje a Boulder se concretó y tuve la oportunidad de asistir por unos días. Me mostraron los materiales que estaban produciendo: los gráficos, los contenidos y, en especial, la introducción de una filosofía inquisitiva en todos los materiales y cursos. En esa visita me enteré de que estaban generando tres diferentes líneas de contenido para los cursos de biología.
En otras palabras, estaban creando tres aproximaciones distintas para aprender la materia. Una era la línea molecular, que se conocía como la versión azul, en donde se ponía énfasis en los temas de la biología molecular.
Una segunda opción era la llamada versión amarilla, que consistía en un enfoque a nivel celular. La tercera era la versión verde, que tenía un enfoque ecológico.
Lo que ellos planteaban era que el profesor de biología debía tener opciones distintas para enseñar su materia. Por cierto, también existía otra versión, que no fue muy conocida, pero a mi parecer era importante. Se trataba de un libro de carátula negra -yo le llamaba la versión negra- que tenía como base la investigación biológica, llevada a cabo en los salones de clase, en los laboratorios de las escuelas y en el campo. Este curso se llamaba “Interacción de experimentos e ideas”.
Durante esta visita a Boulder también me enteré del interés que tenían varios profesores de América Latina en utilizar estos textos para poder crear sus propios materiales educativos y que el BSCS mostraba un serio interés en apoyar estas iniciativas.
Existía un grupo en Venezuela que estaba interesado en hacer una adaptación de la versión azul; y otro en Colombia en aprovechar la versión verde.
Supe que el BSCS estaba en la mejor disposición de aceptar que no solo se hicieran traducciones sino también adaptaciones. Es decir, que el contenido de los textos podía incluir información local, investigadores locales y ecosistemas locales de plantas y animales, para que no sucediera lo que hemos soportado por mucho tiempo en los libros de texto que se usaban en América Latina: que los ejemplos de ecosistemas, especies e investigadores destacados eran europeos o estadounidenses.
Esta decisión del BSCS de apoyar las adaptaciones me pareció muy interesante y me hizo pensar en la posibilidad de que aquí en México quizá pudiéramos comenzar a hacer algo muy parecido.
En el viaje a Boulder logré buenas conexiones. El director del BSCS en ese tiempo era el doctor Arnold Grobman, quien fue muy amable y me dijo que estuviéramos en contacto, y que si había algo en lo que nos pudiera ayudar, que estaría más que dispuesto.
Con la información que obtuve de esta visita quedé sumamente motivado para buscar alguna forma en la que pudiéramos también nosotros influir en la enseñanza de la biología del país.
A los pocos meses de regresar a México, recibí una invitación para asistir a una reunión sobre la enseñanza de la biología en Colombia, en un sitio cerca de Bogotá. Esta reunión era patrocinada por la BSCS y por la Fundación Ford, entre otros participantes. Acepté la invitación y participé en el evento.
Se reunían en un sólo sitio profesores que habían mostrado interés en la renovación de la enseñanza de la biología en América Latina. Asistieron profesores del Caribe, Centroamérica y América del Sur, todos ellos muy conocedores y profundamente motivados por la posibilidad de transformar y mejorar la enseñanza de la biología.
Hice muy buena amistad con varios de ellos. En esa reunión se habló precisamente de los procesos de adaptación de las versiones verde y azul del BSCS.
Durante la reunión tuve la suerte de coincidir con un notable microbiólogo mexicano, el doctor Juan Manuel Gutiérrez-Vázquez, director de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional, quien estaba sumamente interesado en los temas de la enseñanza de la biología.
Casi de inmediato hicimos una muy buena relación que se convirtió en una larga amistad, la cual duró por muchos años; desafortunadamente, Juan Manuel falleció recientemente, el 17 de agosto de 2008, en Bristol, Inglaterra.
En esta reunión nuestra participación fue muy activa y aportamos ideas de cómo hacer adaptaciones a los textos. Generamos la idea de crear en México una organización que llevara a cabo la adaptación que quedaba libre del BSCS: la versión amarilla. Nos pareció una gran oportunidad, ya que esta versión se presentaba como la más balanceada.
Abordamos a los directivos de la BSCS y les expusimos que nosotros estábamos interesados en usar la versión amarilla como una adaptación para la enseñanza de la biología en México y para otros países cercanos que pudieran ser beneficiados con ese trabajo.
La idea fue muy bien recibida y aceptada. Tuvimos la fortuna de que en esa reunión hubiera un representante de la Fundación Ford, a quien nos acercamos para ver la posibilidad de que financiara el proyecto. La respuesta fue alentadora. Se nos pidió el proyecto y el presupuesto para su discusión con el BSCS y con la Fundación Ford.
A nuestro regreso a México, en 1965, hicimos contacto con varios amigos biólogos que sabíamos estaban interesados en estos temas y empezamos a planear la organización de una asociación civil que llamamos Consejo Nacional para la Enseñanza de la Biología (CNEB). Incluía la participación de un pequeño grupo de biólogos destacados del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
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Histórica reunión del CNEB en Xalapa. Participaron representantes de la UNAM, de la Universidad Veracruzana y del Instituto Politécnico Nacional interesados en el mejoramiento de la enseñanza de la biología en México. De izquierda a derecha, de pie: Lourdes Segura Puerto, Javier Valdés Gutiérrez, Silvia Olvera Fonseca, Silvia del Amo, Mariana Fernández Álamo, (¿?), Víctor Manuel Toledo Manzur y Rebeca Maciel Guerrero. Abajo: Francisco González Medrano, Manuel Rico, Mauricio Russek, Juan Manuel Gutiérrez, Arturo Gómez-Pompa, Carlos Juárez López y Luis Bojórquez Castro. Detrás del doctor Francisco González está el doctor Rafael Villalobos Pietrini. |
Para iniciar la generación de la propuesta pedimos al BSCS que nos mandara todos los materiales disponibles para hacer una evaluación de aquello con lo podríamos contar: libros de texto, libros de los maestros y materiales auxiliares que se habían estado produciendo.
Con esa base comenzamos a diseñar una estrategia de cómo podríamos producir un texto que lograra tener un impacto positivo en la enseñanza de la biología en México.
Quizá la decisión más acertada que tuvimos fue tratar de llevar a cabo el proyecto para crear libros actualizados, adaptados a México, sin importarnos los programas vigentes de la SEP o de la UNAM para estos niveles. Pensábamos en lo que deberían aprender y conocer los estudiantes acerca de la biología y, en el mismo proceso, en lo que concernía a la metodología de la ciencia.
Constituimos el grupo inicial Alfredo Barrera Marín (ver capítulo 23), Juan Manuel Gutiérrez Vázquez, Gonzalo Halffter y yo. Posteriormente se fueron integrando distinguidos biólogos de la UNAM y del IPN. Entre ellos recuerdo a Mauricio Russek, Teresa García Castañeda, Ramón Riba y Nava Esparza, Carlos Beyer y Javier Valdés Gutiérrez.
Una vez constituido el primer grupo de colaboradores del CNEB, procedimos a establecer formalmente la asociación civil, en 1967. Me nombraron presidente y a Juan Manuel Gutiérrez Vázquez, secretario. A partir de esta estructura y ya con mucha información del BSCS, solicitamos para su adaptación la versión amarilla de esa organización.
La respuesta fue positiva, pero al recibir la confirmación para iniciar nos dimos cuenta de algo muy evidente: ninguno de quienes conformábamos este grupo tenía la menor idea de cómo elaborar un libro de texto ni lo que implicaba esta labor, desde el punto de vista de los materiales, el trabajo y los costos.
Teníamos que hacer las traducciones y las adaptaciones con la ayuda de colaboradores adicionales. Y en tanto que se trataba de hacer una adaptación, era necesario incluir materiales nuevos, lo que implicaba contar con una organización más compleja de la que nosotros habíamos imaginado. Sin embargo, decidimos continuar y desarrollar el proyecto tal como lo habíamos planeado.
Una situación que nos permitió sacar el proyecto adelante fue el apoyo que recibimos de la BSCS y, en especial, su recomendación con la Fundación Ford para recibir financiamiento para todo el trabajo. Me entrevisté con representantes de la Fundación Ford, les expliqué lo que queríamos hacer, y les informé sobre los costos del proyecto.
En pocas semanas recibimos una respuesta favorable, en la que confirmaban que nos apoyaban con el financiamiento completo para el proyecto. Debo decir que el presupuesto que planteábamos era aproximado, pues no teníamos experiencia al respecto y sólo especulábamos sobre lo que sería necesario en un futuro.
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Biología, unidad, diversidad y continuidad de los seres vivos, uno de los primeros libros del CNEB. Archivo familiar. |
Por tal motivo, el presupuesto era amplio y afortunadamente fue aprobado tal como lo habíamos solicitado, lo que nos permitió utilizarlo durante varios años más de lo planeado. De esta manera inició la realización del proyecto principal del CNEB: la organización para la producción de la versión amarilla del BSCS en México.
El proyecto en sí se llevó a cabo con eficacia gracias a que pudimos contar con colaboradores muy responsables, colegas que tradujeron y revisaron los capítulos, los actualizaron y adaptaron a las condiciones de México. Con esa base, empezamos a tener los materiales listos para trabajar con la editorial. Y aquí inició otro capítulo importante en esta experiencia de hacer libros de texto: el contacto con las editoriales.
Nuestro contacto inicial lo hicimos con la Compañía Editorial Continental (CECSA), que estaba en la ciudad de México, ya que tenía una larga experiencia en libros de texto de diferentes materias.
Me entrevisté con el director general, el señor Eduardo Noriega, quien mostró mucho interés y ofreció todo su apoyo. Esa casa editorial nos ayudó muchísimo para definir con más precisión la organización del trabajo, los textos y las ilustraciones. Con esa base pudimos avanzar más rápido de lo que pensábamos.
En realidad, el grupo inicial que formaba parte del Consejo no era suficiente para cubrir los diferentes temas que se abordaban en el libro. Invitamos a otros científicos, de México y de otros países, para que nos ayudaran a revisar los textos que se estaban produciendo y a elaborar nuevos capítulos. Así fue como poco a poco pudimos ir formando la versión amarilla de México del BSCS.
El proyecto tuvo resultados muy positivos: uno de ellos fue la consolidación de un grupo de amigos interesados en mejorar la enseñanza de la biología; el otro resultó ser un ejemplo del acercamiento de dos instituciones que no habían tenido mucha colaboración académica en el área biológica: el IPN y la UNAM.
El libro salió en 1967 bajo el título de Biología, unidad, diversidad y continuidad de los seres vivos. Su presentación inicial, junto con el “Manual del maestro”, fue un acontecimiento muy importante, tanto para el CNEB como para la enseñanza de la biología.
Fue muy gratificante darnos cuenta de la gran acogida que tuvo este libro entre maestros de diferentes escuelas, quienes vieron en él no solo un libro actualizado sino una nueva forma de enseñar la biología mediante un método científico, basado en un proceso inquisitivo, y no en datos sueltos para memorizar.
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Ceremonia de entrega del libro a las autoridades de la UNAM y del IPN. De izquierda a derecha: doctores Juan Manuel Gutiérrez Vázquez, Altamirano IPN) y Arturo Gómez-Pompa; último a la derecha: Fernando Solana, Secretario General de la UNAM. |
El proyecto no terminó ahí. El Consejo tuvo la obligación, en cierta forma, de divulgar el libro. Para ello organizamos diferentes reuniones en distintas partes del país, donde lo dimos a conocer e invitamos a maestros a colaborar en el CNEB.
Esta iniciativa tuvo también muy buena acogida y nos llevó a decidir ampliar nuestro Consejo e invitar a formar parte de él a profesores interesados en nuevas tendencias en la enseñanza de la biología. Como parte importante de esta iniciativa se creó la revista Biología, dirigida fundamentalmente a los maestros, y fue publicada durante varios años. También se ofrecieron múltiples cursos complementarios para la formación de profesores de biología.
El éxito de la versión amarilla mexicana (también llamada “el ladrillo”, por el color amarillo naranja de sus cubiertas), nos animó para continuar los trabajos, publicar otros libros y preparar nuevos materiales que podrían servir de complemento para los profesores. Tuvimos la gran fortuna de que, dadas las ventas del libro, las regalías eran importantes.
El Consejo utilizó estos recursos para la edición de otros libros, manuales y monografías. En este proceso, la labor editorial del CNEB fue extraordinaria. Calculo que se publicaron no menos de cien títulos distintos que fueron muy bien recibidos por maestros que enseñaban la biología en diferentes universidades y preparatorias del país.
Entre los libros más notables que se publicaron puedo mencionar la traducción y adaptación del libro Interacción de experimentos e ideas (la llamada versión negra), que presentaba una nueva y radical forma de enseñar la biología. Aun cuando no tuvo el éxito comercial de la versión amarilla, ésta fue a mi parecer la versión más avanzada hasta hoy en día.
Otros dos ejemplos notables que se produjeron se refieren a una serie que se llamó Problemas de investigación en botánica y Problemas de investigación en zoología, que presentaban problemas sencillos sobre temas biológicos que podían ser discutidos en clase. Incluso algunos de ellos podían emplearse para resolverlos en el laboratorio o en el campo.
Con el éxito comercial que tuvo nuestra adaptación de la versión amarilla en el nivel de preparatoria, pensamos que el siguiente paso debía ser producir libros diseñados para la enseñanza secundaria.
Conversamos con algunas editoriales y tuvimos una respuesta favorable de la editorial Limusa Wiley y de la Editorial Trillas, quienes se interesaron en publicar esos libros.
Este proyecto resultó muy interesante, ya que no se trataba de traducir libros y adaptarlos, sino de producir textos y materiales ilustrativos originales.
Nos dividimos las labores para preparar dos libros diferentes: La unidad del mundo vivo y La diversidad del mundo vivo. La razón de producir nuevos materiales obedeció a nuestro deseo de poner a disposición de maestros y estudiantes de secundaria libros modernos y actualizados que continuaran la filosofía inquisitiva de nuestro texto amarillo. Los libros salieron y recibieron magníficas opiniones de maestros e investigadores. La editorial estuvo satisfecha con la calidad de los contenidos.
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Carátula del libro Biología. Diversidad del mundo vivo y sus causas. Archivo familiar. |
Desafortunadamente, los libros para secundaria no tuvieron el éxito que esperábamos. Nos enfrentamos por primera vez a los grandes intereses económicos detrás de los libros de texto de secundaria. Cualquier nuevo texto debía seguir el programa aprobado y tenía que ser sometido a la aprobación de un comité de la SEP para su aceptación como libro de texto o de consulta.
Tuvimos discusiones muy acaloradas con miembros de dicho comité, en las que defendíamos el contenido y la organización de nuestros textos; y comprobamos, además, que todos los temas de los programas de secundaria estaban cubiertos por nuestros libros. El mayor argumento en contra fue que no eran “didácticos” y que los maestros tendrían problemas para entenderlos, ya que eran temas nuevos para ellos.
Nos fue imposible romper el monopolio de los libros de texto para secundarias. Nos enteramos después de que varios de los miembros del comité eran autores de libros de texto. Obviamente recibían regalías importantes y por ello no deseaban que hubiera competencia. Perdimos esa lucha; no hubo manera de poder entrar en ese grupo, a pesar de que logramos muy buena relación con altas autoridades de la SEP.
Quizá el mayor éxito fue que en la secundaria abierta estos libros fueron aprobados y utilizados por un corto tiempo. Se hizo un tiraje de varios miles de ejemplares que fueron distribuidos gratuitamente en todo el país.
Hasta ahí llegó nuestro intento de tratar de contribuir a resolver el problema de la enseñanza de la biología en las escuelas secundarias de México.
Con el paso de los años hubo cambios en la dirección del CNEB. Juan Manuel Gutiérrez Vázquez fue elegido como presidente y dio un giro muy importante al proyecto inicial, al concentrar los esfuerzos en los cursos de actualización para los profesores mexicanos de biología.
El grupo original empezó a separarse de las actividades del Consejo y fue quedando en manos de colegas interesados en el proceso educativo. El propio Juan Manuel Gutiérrez decidió dedicarse tiempo completo a estos temas en el Centro de Estudios Avanzados del IPN.
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Carátula del libro Investigaciones de laboratorio y de campo. Archivo familiar. |
Considero muy importante hacer mención de los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la UNAM, quienes participaron activamente en distintas actividades del CNEB, tanto en publicaciones como en cursos. Mencionaré sólo a unos cuantos que destacaron por sus contribuciones: Luz María López de la Rosa, Silvia del Amo, Silvia Olvera Fonsecay Víctor Toledo.
El Consejo continuó realizando una amplia actividad de cursos para maestros y se fue alejando de la producción y actualización de publicaciones.
El CNEB finalmente desapareció. Lo que sí permaneció fue la lista de materiales que se produjeron y sobre todo la comprobación de que era posible mejorar la enseñanza de la biología si un grupo de investigadores decidía dedicar su tiempo y conocimientos a esta tarea.
La gran lección que aprendimos fue darnos cuenta de que en México existe el potencial para formar maestros que puedan ofrecer cursos de ciencias actualizados y atractivos.
Existen maestros de secundaria y preparatoria con gran interés de ofrecer una mejor enseñanza; lo que les falta es un programa organizado de alto nivel para actualizar los contenidos de los cursos para los maestros y, desde luego, darles estímulos de varios tipos a los mejores profesores.
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Carátula del libro Problemas de investigación en botánica. Archivo familiar. |
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Carátula del libro Biología. Interacción de experimentos e ideas. Archivo familiar. |
Hoy en día se tienen fuentes de información y cursos en Internet que no han sido suficientemente explorados en México para usarlos como cursos de actualización de profesores de biología.
Un novedoso ejemplo educativo reciente en el que he participado fue un proyecto para fomentar la búsqueda de especies de plantas en peligro de extinción en Veracruz y usar este reto para aprender botánica.
El proyecto se llamó Conociendo las plantas de mi comunidad. Lo llevó a cabo el Centro de Investigaciones Tropicales de la Universidad Veracruzana.
La divulgación de la ciencia y del conocimiento en general tiene un sitio de la mayor importancia. Mientras no tengamos una sociedad verdaderamente comprometida con el mejoramiento ambiental y la conservación de la naturaleza, difícilmente vamos a avanzar como país.
Por eso me lancé con este proyecto. Ojalá logremos hacer que los niños de las comunidades rurales participen, investiguen y pregunten a sus papás, a sus tíos y abuelos sobre los recursos que tienen. Ahí puede haber una gran oportunidad.
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