![]() |
10. Mi experiencia en la cátedra de botánica general en Chapingo
![]() |
![]() |
El muy querido y admirado ingeniero Efraím Hernández Xolocotzi era un asesor muy activo y un notable crítico de las distintas actividades de la Comisión para el Estudio Ecológico de las Dioscóreas. Por este motivo yo tenía una gran interacción con él, defendiendo y explicando las razones de todo lo que hacíamos en la Comisión. Esta actitud crítica era ampliamente conocida y temida por todos los que lo conocían. Era su manera de hacer pensar y reflexionar acerca de muchas actividades y conocimientos que entonces resultaban superficiales u obsoletos. En realidad, su actitud tan temida era una ayuda enorme, ya que, en numerosas ocasiones, él tenía la razón. Con frecuencia hacía visitas al campo no anunciadas a las brigadas que trabajaban en los muestreos de vegetación.
Un día me llamó para que platicáramos sobre mis actividades. Me preocupé mucho, ya que esperaba una crítica muy de su estilo, o una llamada de atención en algo que pudiera no haberle parecido de mi trabajo en la Comisión. Por fin, nos reunimos una mañana y me dijo que sabía que yo estaba dando un curso de botánica farmacéutica en la Facultad de Química de la UNAM y que a él le parecía importante que yo lo hiciera. Agregó que yo debía dar un curso a los agrónomos en Chapingo, para lo cual había una oportunidad, ya que la maestra Czeslawa Prywer, titular de la cátedra de botánica general de la Escuela Nacional de Agricultura, se estaba jubilando y no había reemplazo para ella.
Él me aseguró que yo podría dar ese curso y ganar la plaza. Le expliqué que tenía varios compromisos con la Comisión de Dioscóreas, además de mi curso en la Facultad de Química y mis cursos de posgrado en la UNAM. Sin embargo, me insistió en que no había mayor problema porque sólo debía asistir tres veces a la semana, por la mañana temprano, y que estaba seguro de que yo podría con todo. Acepté sin más argumentos.
Mi decisión de aceptar su oferta fue muy importante para mí pues me daba un buen ingreso adicional. Aunque era director de la Comisión de Dioscóreas, mis honorarios eran muy bajos y mi sueldo en la Facultad de Química era también muy reducido. Por tanto, el sueldo extra ayudaría mucho a la economía de mi familia. Una vez tomada la decisión de aceptar el puesto de profesor de botánica general en la Escuela Nacional de Agricultura, empecé a ir a Chapingo tres días a la semana. Me había comprado un Renault Dauphine, y en él me transportaba seguro a todos los sitios donde debía cumplir puntualmente las distintas actividades con las que estaba comprometido.
Algo que definitivamente le añadió interés y nerviosismo a estos viajes matutinos a Chapingo fue que me comprometí a pasar por el ingeniero Hernández Xolocotzi, pues a él no le gustaba manejar y por ello no tenía vehículo. Así que pasaba por él muy temprano y en ocasiones lo llevaba de regreso por la tarde o noche.
Parte notable de su personalidad era cuestionarlo todo, retar a las personas a discutir, ya fueran estudiantes o profesores. Era famoso por esta característica suya tan especial de provocar discusiones muy intensas, al punto de que muchos estudiantes o investigadores tenían pánico de que estuviera presente en alguna de sus presentaciones. Pues bien, yo estuve expuesto por un par de años a estas discusiones durante la mañana, el mediodía, la hora de la comida y, a veces, en la tarde, cuando regresábamos a la ciudad.
Esta cercana convivencia con el maestro Hernández Xolocotzi fue trascendental para mi carrera. Con él aprendí muchísimas cosas a través de su peculiar estilo de interactuar. Cuando en la mañana íbamos rumbo a la escuela, me preguntaba de qué iba a tratar ese día mi clase y ante cualquier respuesta que yo le diera, él continuaba cuestionándome y dándome información nueva para mí sobre el tema que fuera. Me asombraba la cantidad de información que tenía y lo actualizado que estaba en muchos asuntos. Con frecuencia me sugería leer algún libro o revista que él tenía.
![]() |
Doctor Efraím Hernández Xolocotzi. El “maestro Xolo”. Cortesía de Andrés González Jiménez. |
Cuando llegábamos a Chapingo sentía que la cabeza me estallaba, pero a final de cuentas comprendí que el maestro se sentía responsable de mi desempeño porque él me recomendó para dar esa clase y quería estar absolutamente seguro de que yo iba a responder adecuadamente.
En mis clases, que ofrecía en un auditorio con capacidad para 300 o 400 estudiantes, con frecuencia lo veía, sentado hasta atrás, escuchando lo que yo estaba hablando y enterándose de las preguntas y las intervenciones de los muchachos.
Así que tuve que leer y estudiar muchísimo sobre aquellos temas que sólo habíamos visto muy superficialmente en la carrera y, especialmente, documentarme sobre las relaciones con las plantas cultivadas, ya que éste era un curso de botánica general para alumnos de agronomía.
Puedo calificar mi experiencia en Chapingo en dos sentidos. Por un lado fue muy rica, de gran aprendizaje; por otro, también tuve problemas muy serios pues viví directamente lo que ya sabía de antemano que existía: el rechazo que muchos ingenieros agrónomos sienten por los biólogos.
Llegué ahí como biólogo y fui visto como una persona extraña. Antes de mí había estado otro biólogo dando cursos -el doctor Jerzy Rzedowski- y tengo entendido que él también sintió ese rechazo y decidió cambiarse de institución. Conforme pasaban los meses me fui dando cuenta de la tremenda presión a la que estaba sometido, incluso por parte de los estudiantes.
Era del dominio público que los alumnos podían ponerse de acuerdo y pedir la renuncia de un maestro si éste no les gustaba; no obstante, tuve la fortuna de que aún cuando en mis primeros meses como profesor fue sometida a votación mi permanencia, afortunadamente la mayoría de los estudiantes decidió que continuara.
Como anécdota recuerdo -para dar una idea de lo difícil que era la situación en la que me encontraba- que varios de los estudiantes se reunieron porque les parecía que estaba exigiéndoles demasiado, al mismo tiempo que los profesores me estaban haciendo críticas porque decían que mis conocimientos no eran los adecuados para enseñar a los agrónomos.
Ante esta situación, al maestro Hernández Xolocotzi se le ocurrió la brillante idea de proponer exámenes de oposición para confirmar la permanencia de los profesores nuevos que se estaban incorporando a Chapingo y me propuso a mí para ser la primera persona que se sometiera a estas evaluaciones para la materia de botánica general.
La propuesta me cayó como un balde de agua helada; sin embargo, mi única opción era aceptar. El mecanismo que habían sugerido para hacer el concurso de oposición era realmente para aterrorizar a cualquiera. Consistía en exponer un tema que se elegía -en el momento y al azar- sacando un papelito de un sombrero que contenía varias propuestas basadas en el programa de la materia sugeridas por un jurado compuesto por cinco profesores de Chapingo. Tenía que hacer mi presentación ante ellos, a quienes se unía un grupo de alumnos. Tanto el jurado como los alumnos podían hacerme preguntas y calificarme.
Afortunadamente para mí, esta evaluación llegó cuando yo ya tenía un año dando clases, por lo que contaba con bastante información almacenada en mi cabeza como para no tener que preocuparme demasiado; sin embargo, reconozco que estaba muy nervioso.
Se llevó a cabo el examen y por suerte salió un tema que conocía muy bien y las preguntas no me dieron ningún problema. Pasé la prueba. Desconozco los detalles de la discusión, pero entre los cinco profesores del jurado estaba el maestro Hernández Xolocotzi y estoy seguro de que me defendió con mucha fuerza.
Aunque el resultado fue favorable, la situación en general constituía un fuerte motivo de preocupación y me cuestioné si estaba en el lugar adecuado. Por ese mismo tiempo se inició el Colegio de Posgraduados, en donde necesitaban maestros de botánica, ya que ofrecían una especialidad en esa materia. También en esta ocasión fue el ingeniero Hernández Xolocotzi quien me propuso para participar y yo acepté. Empecé con dos cursos, uno sobre ecología y otro sobre anatomía vegetal comparada.
![]() |
Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo. Autor: José Domingo Cornejo Onofre, de la Fototeca de la Universidad Autónoma Chapingo. |
También aquí un grupo de maestros del colegio objetaron mi presencia, ya que no tenía un grado superior al profesional; sin embargo, ayudó el hecho de que estaba tomando cursos de doctorado en la UNAM, además de la falta de profesores, por lo que no tuvieron más opción que aceptar mi incorporación.
Como era previsible, nuevamente tuve que afrontar la presión del ingeniero Hernández Xolocotzi, quien revisaba hasta los últimos detalles de mis clases, de las prácticas de laboratorio, de las excursiones y otras actividades que proponía para mis cursos en el Colegio de Postgraduados y en la Escuela Nacional de Agricultura.
Acepté la presión por dos razones: por mi relación con el ingeniero Hernández Xolocotzi y por el salario, ya que al estar casado y con dos hijos, tenía un fuerte apremio económico. Así que en esos momentos trabajaba en el Colegio de Postgraduados, en la Escuela Nacional de Agricultura, en el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales y en la Facultad de Química, además de tomar mis cursos de posgrado en la UNAM.
Llegó el momento en que estas actividades me mantenían ocupado 12 horas diarias, incluso más, tomando en cuenta los viajes de traslado, lo cual estaba afectando notablemente mi vida personal y mi salud.
La gota que derramó el vaso y me ayudó a tomar decisiones fue un cambio en la organización de la Escuela Nacional de Agricultura. Hasta ese momento los cursos, que eran anuales, cambiaron a semestrales. De manera que habría más alumnos por curso y, por tanto, tendrían que ofrecerse varios cursos sobre el mismo tema. Con esta modificación, yo me vería obligado a doblar el número de clases. Como me dijeron que tendría el mismo salario, definitivamente decidí no continuar.
Hablé sobre este asunto con el doctor Faustino Miranda, mi consejero y tutor, quien me dijo más o menos lo siguiente: “Yo creo que a usted no le conviene seguir en esa línea porque no va a llegar a ningún lado; debe concentrarse en la investigación, sacar información sobre los proyectos tan importantes que se han venido realizando en el sudeste y publicarla. Renuncie, le ofrezco un nombramiento de colector botánico aquí, en el Jardín Botánico de la UNAM” (del cual él era director).
Así lo hice. El nombramiento de colector botánico me ayudó un poco para compensar la pérdida de ingresos de Chapingo. Dedicaba los fines de semana a salir al campo, ya sea para visitar a las brigadas de la Comisión de Dioscóreas o para salir a colectar plantas para el Jardín Botánico, apoyándome con los vehículos y camiones del Jardín. Con el respaldo del doctor Miranda, renuncié a la Escuela Nacional de Agricultura en Chapingo y al Colegio de Postgraduados, cuyo director era el doctor Basilio Rojas, una persona que fue muy amable conmigo. Al momento de despedirme, me dijo: “Espero que esta renuncia no sea por sus pleitos con el ingeniero Hernández Xolocotzi”, pues eran famosas mis discusiones con él. Le respondí: “No, al contrario, eso es justo lo que más voy a extrañar, pues tengo una relación muy buena con él, le profeso gran admiración y definitivamente le echaré de menos.”
![]() |
![]() |
![]() |
Tres detalles de la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo. Autor: José Domingo Cornejo Onofre, de la Fototeca de la Universidad Autónoma Chapingo. |
![]() |
![]() |
|
Twittear |