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7. Mi experiencia como profesor de botánica farmacéutica en la UNAM
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Mi trabajo con Farquinal iba bien y mi jefe, el doctor Francisco Giral, estaba satisfecho con mi desempeño. Un día me citó en su oficina y me dijo que me había propuesto para dar el curso de botánica farmacéutica en la Facultad de Química de la UNAM. Me comentó que él había estado sugiriendo al Consejo Técnico de la Facultad cambios en el currículum de la carrera de químico farmacéutico biólogo, que incluía la materia de botánica farmacéutica en el primer año, y que me había propuesto como maestro de ese curso.
Yo le dije que estaba sumamente ocupado con mis actividades en Farquinal y con otros compromisos. El me respondió que no me preocupara, que esta actividad me serviría mucho y que probablemente yo podría arreglar mis horarios para tener dos días seguidos de clases por semana, y así tendría el resto del tiempo para poder hacer mis excursiones.
Ante su insistencia y gran poder de convencimiento, acepté ser profesor de esa materia en la Facultad de Química de la UNAM. Esta fue una decisión poco pensada de mi parte, ya que la realidad era que yo no sabía gran cosa de ese tema. Sin embargo, el doctor Giral me recomendó estudiar el Tratado de farmacognosia, de H. W. Youngken, que él había traducido, y el cual usó para plantear el programa del curso.
Ante este reto, decidí combinar los temas de botánica general con la selección en cada clase de alguna planta medicinal citada en el libro de Youngken o en la lista de las plantas que yo colectaba para Farquinal. El laboratorio consistía en ejercicios básicos de botánica general, combinados con plantas medicinales que llevaba al laboratorio para que las conocieran y describieran los alumnos. No voy a detallar más mis experiencias en este curso; lo único que puedo decir es que fueron sumamente estresantes, debido a mis pocos conocimientos en la materia y al gran número de alumnos que lo tomaban (más de 50).
La única anécdota que quisiera compartir con mis lectores ocurrió en una sesión de laboratorio a la cual lleve frutos y semillas de Hura polyandra, notable árbol tropical por sus frutos explosivos que avientan las semillas varios metros al explotar el fruto al secarse. Las semillas son tóxicas y se usan en la medicina tradicional.
A algunos de mis alumnos les pareció interesante probar las semillas, a escondidas mías y de mi ayudante. Al día siguiente varios de ellos tuvieron que ir al hospital con fuertes dolores estomacales, diarrea e intensos vómitos. De esto me enteré varias semanas después, ya que, según me informaron, no quisieron ponernos a todos en una situación complicada en la facultad. Afortunadamente la experiencia no pasó a mayores y aprendí (ellos también) una lección que nunca olvidé.
Fui profesor de esta materia por algunos años y en el proceso de enseñarla, lo más importante para mí fue que logré aprender bastante sobre estos temas y que eso me ayudó mucho en mi vida profesional.
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El tronco y los frutos de la especie Hura polyandra. Autora: Pamela Thompson. Estación de Biología de Chamela, UNAM. |
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